Itinerarios poéticos
Extraña cruza la del libro de artista que condensa la síntesis de la poesía, las variadas características del objeto artístico, al tiempo que conserva el alma, la matriz y la dignidad del libro. Y, sin embargo, no fue pensado para ser leído -en forma tradicional- sino para alguien dispuesto a expandir su campo de experiencias. La lectura que demandan estas obras impone una apertura hacia una gran variedad de elementos que amplían nuestros registros vivenciales. A pesar de su fragilidad, el libro de artista requiere una acción imprescindible: la de ser tocado, maniobrado y hasta diría, activado por el público. No hay profanación alguna en el acto de receptar un objeto poético, creado por un artista, cuyo destinatario pone en funcionamiento como lo hace un arqueólogo al encontrar una pieza: trabaja con ella hasta descubrir cual es el código de comunicación que utiliza y cual su intencionalidad oculta.
Así, cuando Mónica Goldstein altera, ahueca, nutre o transforma un antiguo libro, deviene en inesperado escenario donde rediseña y proyecta su obra y su mundo en un mismo movimiento. La artista se crea a sí misma en su hacer y su obra es la expresión más genuina del autodescubrimiento. De la necesidad de crear mundos afines nace el nombre TAA-GA, reino interior. Construye sus libros a la manera de Víctor Grippo quien honraba el trabajo artístico como un acto absolutamente artesanal e indelegable. Cada obra surge y se va gestando a partir del contacto con los materiales, cada elemento que se incorpora es cuidadosamente elegido. Durante su hacer, la artista recorre sus laberintos interiores en un estado de meditación creativa. Cuando el ritual del trabajo se ha desplegado los fragmentos se ordenan armoniosamente y una silenciosa espiritualidad se instala en la obra.
El libro del espacio fue creado en homenaje a Teresa Volco. El terciopelo negro como espacio cósmico, sideral, remite al absoluto. Una piedra roja señala la doble posibilidad de cierre y apertura. Al abrirlo encontramos un libro de corte minimalista, en sintonía con el espíritu de Teresa. La pieza realizada en acrílico transparente contiene una página flotante con un punto rojo alineado con la piedra exterior. Pero, esta vez el rojo ha sido bordado, cada puntada anuda la memoria entrañable de la amiga recientemente fallecida; una necesidad de veracidad testimonial deja su impronta en la elección del género blanco que le perteneció.
En Acerca de la realidad la artista yuxtapone una cantidad variable de piedras y signos con los que sobrescribe el libro originario. La secuencia progresiva de despojamiento de unas y otros, sumada al vacío que se va gestando, abre un campo para el descubrimiento de lo nuevo. El protagonismo de las piedras en la portada del libro va cediendo espacio hasta entremezclarse en una fantástica confusión de signos y palabras veladas. La piedra negra oficia de meta, punto de llegada que articula la obra y reenvía al principio. Carl Young recoge los testimonios de sociedades antiguas que utilizaron piedras para simbolizar la morada de los dioses y espíritus. La historia del Sueño de Jacob, en el Antiguo Testamento revela como una piedra representaba La casa de Dios. En santuarios megalíticos, la deidad está representada por muchas piedras sin labrar dispuestas en formas predeterminadas. También en los Jardines Zen la disposición de las piedras entraña un valor espiritual.
El libro se va silenciando de palabras en el Tratado de Geografía sutil y la visión del mapa se expande. La artista ha concebido dos espacios interiores: en uno de ellos habita un personaje en una postura yoga llamada «Gokilasana», y en el otro una rosa azul. Mónica aclara «no es una rosa seca ni muerta, al principio buscaba una rosa color carmín, o blanca y apareció el azul». Es sorprendente la coincidencia con el poeta Novalis quien con la rosa azul simbolizaba la poesía y la espiritualidad. Como artista opera desde lo fragmentario, se lanza con gran curiosidad a investigar una idea, recorre los materiales, va gestando una organización paulatina de la obra. Un itinerario a través del universo superpoblado hasta encontrar un eje, una flecha que indique una silenciosa claridad. Se hace evidente que el camino del conocimiento que transita la artista en la realización de la obra la compromete como persona en su totalidad. Un peculiar anclaje en su propio centro- eje, le permite conectar el punto azul de la espalda del personaje en asana, en correspondencia con el eje interno. Este atravesamiento es la clave que otorga sentido a la obra y a la existencia.
Con sus grafismos de raíz oriental Mónica renueva su amor por un tipo particular de escritura, que trabajada desde lo gestual inventa un discurso que rechaza la palabra gastada. «Usted ha sabido producir un cierto número de formas, ni figurativas ni abstractas que podrían ubicarse bajo el nombre de escritura ilegible, lo que lleva a proponer a sus lectores, no los mensajes, ni siquiera las formas contingentes de la expresión, sino la idea, la esencia de la escritura. Nada es más difícil que producir una esencia, es decir, una forma que sólo se revierta sobre su nombre «. Así escribió en 1971 Roland Barthes a la artista Mirtha Dermisache intentando definir sus grafías. Bien podríamos hacer extensivo sus conceptos a los trabajos de Mónica Goldstein.
El tiempo, la poesía, el universo y sus leyes, el vacío generador de oriente y la barroca ocupación del espacio con texturas diferentes. Laberintos, enigmas y rituales. Opacidades, transparencias, reflejos, tensión entre los opuestos. Todo remite a un viaje misterioso y mágico que ha emprendido hace tiempo y que a través de sus 15 años de Libros de artista nos invita a compartir. En la forja el fuego sostiene el deseo. Sus travesías solitarias son derroteros espirituales que dan cuenta de la necesidad de desentrañar los misterios del universo.
Corinne Sacca Abadi / AACA/AIC / 2002